Artículo para la discusión - José Ramón Repullo: Menos actividad y más resultados en salud: ¿Porter o Profesionalismo? publicado en Acta Sanitaria
La lectura de un artículo en JAMA lleva al profesor de la
Escuela Nacional de Sanidad (ENS) a desarrollar todo un análisis sobre
si sería alcanzable, como pretenden algunos economistas, un modelo
asistencial ajustado a los principios que rigen la actividad industrial.
Me llega un interesante artículo del gurú Michael Porter, que lleva
un tiempo acercándose al mundo sanitario, desde la perspectiva del
“management” y con el sistema sanitario estadounidense delante. El
problema central que a él (y a todos) preocupa, es cómo un sistema tan
recalentado de actividad y sofisticado en medios puede tener resultados
de cobertura y salud tan poco espectaculares (por decir algo), a unos
coste tan altos, y con un crecimiento de éstos tan sostenido.
El editorial del JAMA al que me refiero lleva un título inspirador: “From Volue To Value: The works begins”. Me atrevo a una traducción libérrima: Menos actividad y más resultados: el enorme trabajo que nos quedaría por hacer…
Sin embargo, Porter, al que siempre es delicioso leer, desenfoca
claramente su visión de los problemas y de las soluciones; me parece
fascinante cómo viene a este sector con su mente industrial para
identificar que tenemos una fragmentación ineficiente en las
especialidades médicas. Que construir verticalmente estos “SILOS DE
ESPECIALIDADES” alimenta la tendencia a multiplicar actos con lo lógica
propia de la oferta, pero no se orienta a los procesos y pacientes.
Bien como diagnóstico; pero él observa esta irracionalidad pensando
en una cadena de producción, donde los ingenieros aportan su
conocimiento especialista, pero, una vez estructurado el proceso, éste
se implementa de forma sistemática y con la menor variabilidad posible.
De los "Silos de Especialidades"
La idea central sería abandonar los SPECIALTY SILOS, para montar
PROCESOS, y que los proveedores (médicos) fueran pagados por un paquete
de servicios compacto (que incluyera un conjunto de cuidados lo más
amplio y longitudinal posible, a los que llama BUNDLED PAYMENTS).
Suena bien, pero estoy convencido de que funcionará regular tirando a
mal al intentar aplicarlo. Y la razón no es que no tenga lógica
interna, sino que el sector sanitario y la actividad médica está
dominada por un amplio territorio de complejidad y relaciones caóticas,
donde la estandarización y normalización no tienen fácil aplicación (o
incluso puede ser contraproducente). Que conste que esta es una mala
noticia, porque si tuviéramos la posibilidad de montar cadenas de
producción y hacer medicina como fabricamos botellas, tendríamos la
posibilidad de aumentos notables de actividad y disminuciones
espectaculares de costes (en último término, tenemos la “sociedad de
consumo” por la enorme productividad de la producción industrial basada
en la estandarización).
Pero, precisamente por esa naturaleza compleja de lo sanitario, lo
que acaba ocurriendo es que abandonamos los SPECIALTY SILOS … tan sólo
para montar una especie de PRODUCT SILOS, blindados por los BUNDLED
PAYMENTS.
Los planteamientos del INSALUD
Ya desde los tiempos del viejo INSALUD se buscaba la medicina
industrial en serie… y se pusieron de moda las vías clínicas para la
cadera, la rodilla, la catarata y otros procesos ELECTIVOS, (deberíamos
decir programables), que incluso se pusieron como exigencia para los
incentivos en los contratos-programa o contratos de gestión.
El maldito problema es que lo que puede valer para estos procesos
(donde la medicina es más “determinística”… siempre que no haya mucha
comorbilidad) no nos vale para el conjunto de los pacientes; y tampoco
encaja en la tríada PLURIPATOLOGICO-FRÁGIL-TERMINAL, que es la que llena
nuestras camas, chupa nuestro gasto, y desarticula nuestros protocolos y
guías clínicas.
Podemos mantener la ilusión de una medicina industrial siempre que no
salgamos de la fractura de cadera, la artroplastia de rodilla, la
operación de catarata… Precisamente el modelo ARAVIND (hindú que hace
cataratas por 25 US$ siguiendo la producción en cadena modelo Toyota) ha
sido inspirador de la idea de montar “factorías de procesos” donde se
podría usar el músculo de los ingenieros para desarrollar actividades
médicas. Desde este núcleo, Porter puede seguir pontificando sin perder
el pie; pero lo malo es si buscamos aplicar esta filosofía al conjunto
del sector. La medicina moderna tiene demasiados problemas de
coordinación y sostenibilidad interna, y creo que no aguanta muchas más
ideas geniales. Y me preocupa, porque el mundo gerencial sanitario
(meso-gestión) adora la estandarización y sigue a Porter religiosamente…
Combinar especialización y procesos
La gracia del asunto es combinar LOS SILOS de especialización (donde
se genera y difunde el conocimiento funcional o especialista a nivel
planetario) con los SILITOS de procesos (Áreas y Unidades que trabajan
en buena medida con éste método), con REDES PROFESIONALES disponibles
para los casos que no encajan en los protocolos, y con MÉDICOS Y
ENFERMERAS compasivos y que acompañan al paciente, sobre todo cuando la
nosología y el protocolo son irrelevantes (PUEDE HABER PACIENTES
INCURABLES, PERO NINGUNO ES INCUIDABLE)… Porque hay espacio para
factorías quirúrgicas, y también hay que “estandarizar hasta que
duela”(que dijo Cochrane) en procesos médicos; pero el grueso de la
práctica clínica es ese “surfeo” artístico con la ola del paciente
complejo.
El espacio donde domina incertidumbre y disenso es grande, y crece
según se expande el conocimiento. Afortunadamente, también crece el
espacio estandarizable por conocimiento estabilizado a base de evidencia
y consenso. Y esta pugna de abrir fronteras nuevas y estabilizar
(estandarizar, automatizar y delegar) procesos viejos es la clave de la
gestión inteligente: liberar en lo posible a los profesionales de las
rutinas y subprocesos delegables para que se centren en torno a la
frontera de lo difícil y lo nuevo.
La distorsión del pago por producto
El pago por producto, incluso cuando sea empaquetado, creo que
distorsiona la asignación y nos complica la vida; aunque, si el punto de
partida es un pago por episodio de hospitalización medido por GRD-DRGs
(como en EEUU), igual supone un avance en la racionalidad sistémica.
Pero reducir toda la medicina a pago por paquete-producto es una
desmesura que altera los incentivos (recalentando la actividad) y
desorienta a los profesionales (si pagas con cacahuetes nos
comportaremos como monos).
Hay otra deriva más lejana de esta cosmología del “pago por productos
completos” que no puedo resistirme a comentar. Durante bastante tiempo,
algunos políticos de la derecha liberal con visión económica
generalista y poco ilustrada, que vienen a asomarse al sector (en Madrid
tuvimos a Lasquetty, Güemes, Lamela…) conciben las necesidades y
demandas sanitarias de forma un tanto peculiar.
Su visión “marketista” les lleva a pensar que una población genera un
quantum de enfermedad cada año. Y que las necesidades generan una
demanda de servicios que en parte es apropiada y en parte inapropiada; y
que, si se mete un copago, lo inapropiado se inhibe selectivamente…
(Bueno, hoy no quiero insistir en el lado de la demanda, sólo dejar
constancia de esta parte de la cosmología simploncilla).
Procesos asistenciales
Pero también, por el lado de la oferta, a este quantum de enfermedad
correspondería otro de procesos asistenciales, los cuales podríamos
sacar a licitación para que los proveedores sanitarios concursaran (como
en las subastas para procedimientos quirúrgicos de las listas de
espera). Por lo tanto, desde su punto de vista, si se pudieran subastar a
proveedores privados competitivos todos los paquetes de procesos,
conseguiríamos entrar en el deseado mundo del “value-for-money” (máximo
valor por unidad monetaria gastada).
Pero este paraíso no es políticamente practicable, porque existe un
enorme sector sanitario instalado, con instituciones y estructuras que
se niegan a desaparecer, e incluso con funcionarios y reglas que hacen
inamovibles las instituciones y contratos existentes… De ahí su fastidio
al tener que cargar con el sector público convencional, y su desinterés
en promover cambios reales que lo adapten a una complejidad que desde
su cosmología no son capaces de concebir. Porque no logran entender que
la oferta induce demanda, y que los reguladores son capturados desde el
minuto cero si se meten en este juego de pago por acto.
Aunque debo confesar que mis intentos por llevarles este debate fue
claramente desatendido (no contrariado); y me fui dando cuenta, con
cierta amargura, que la razón más habitual para que no sufrieran desazón
intelectual era que muchos tenía una peligrosa relación de proximidad
con agentes del sector privado que actuaban como inductores de la
demanda… La visión de conjunto no preocupaba tanto, ya que se podía ir
creciendo en la parte nueva (comercial) del sistema a costa de ir
erosionando el mundo incontrolable o incontrolado de los centros y
servicios gestionados por vía administrativa y presupuestaria (no
comercial).
Y lo anterior sin contar con un modelo mucho más primitivo de praxis
política: si hay dinero abrimos servicios (de cualquier cosa) y, si no
lo tenemos, cerramos (lo que buenamente se pueda).
Alternativas
Dejando a un lado la polémica y deriva política, volvamos a las alternativas a la visión Porteriana.
La clave de una gestión internamente sostenible de la sanidad pública
la veo por un sistema de asignación a proveedores de base
presupuestaria, pero negociada a partir de referencias capitativas
ajustadas; esto es, más compatible con la inevitable restricción
macroeconómica, aunque permite combinar componentes de factoría de
procesos: recordemos los antiguos “procesos extraídos” que el INSALUD
presupuestaba separadamente en los primeros contratos de gestión.
Junto con lo anterior, me he ido volviendo escéptico sobre la
posibilidad de resolver por estandarización y contratos los problemas de
asignación y recursos. Hay demasiada complejidad y cambios como para
que sea viable, tanto ahora como en un futuro previsible. Pero sí estoy
convencido de que si los profesionales internalizan las restricciones
del sistema y pueden trabajar en un contexto de mayor autonomía de
organización, podremos enfrentar la complejidad y garantizar la
sostenibilidad.
Esto supone hacer un importante esfuerzo de alinear la visión de los
objetivos de la organización: MINIMIZAR LOS CONFLICTOS DE INTERÉS, tanto
los de la mañana (agentes externos) como los de la tarde (privada). Si
la conducta virtuosa no exige remar contra-corriente o tener un
comportamiento heroico, la mayoría de médicos se alineará más fácilmente
con los objetivos generales de la organización y del Sistema Nacional
de Salud.
Gestión Clínica
Como dice el economista granadino y buen amigo Pepe Martín, el mejor
método para controlar la gestión de un grupo de profesionales o
investigadores motivados es darles la llave para que cierren al salir.
Aunque si le doy la llave a los profesionales es para que asuman (aunque
sea a regañadientes) el contexto de racionamiento que las autoridades
económicas nos imponen. Justo lo que no hacemos ahora, que se imponen
recortes a la vez que se aumentan las restricciones para conseguir que
el dinero y los recursos produzcan mayor valor.
Es en esta clave de manejo de la complejidad desde el
profesionalismo, donde mi compañero Luis Ángel Oteo y yo, situamos desde
hace tiempo el papel de una GESTIÓN CLÍNICA, entendida así: Buen
Gobierno sanitario que se desarrolla fomentando el profesionalismo,
reforzando el papel de las unidades asistenciales y del trabajo por
procesos, para mejorar los resultados en salud de pacientes y población
en el contexto de los recursos asignados.
______________________________________________
RESPUESTA A JOSÉ RAMÓN REPULLO: ¿Porter o profesionalismo? Una falsa dicotomía
______________________________________________
RESPUESTA A JOSÉ RAMÓN REPULLO: ¿Porter o profesionalismo? Una falsa dicotomía
Comentarios
Publicar un comentario