Nacionalismo, patriotismo constitucional y Sistema Nacional de Salud

Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas nuestras pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea.

El mundo de ayer.  Stefan Zweig (1881-1942). 1942


El 23 de febrero de 1981 una caterva de nacionalistas españolistas, militares y civiles, se alzó contra la Constitución Española justificando su asonada en unos valores esencialistas de la “nación española” que supuestamente trascendían a La Ley. La respuesta de muchos ciudadanos a esta intentona consistió en manifestaciones multitudinarias que utilizaron la bandera española como imagen de defensa de los derechos políticos, civiles y sociales que la Constitución de 1978 ampara. Un grupo de médicos que trabajábamos en el antiguo hospital Nuestra Señora del Pino (Las Palmas de Gran Canaria), y que estábamos batallando contra la administración del INSALUD para impulsar una reforma en profundidad de la sanidad española, no dudamos en sumarnos a estas manifestaciones. Para nosotros no existía contradicción en defender la Constitución y luchar contra el statu quo, precisamente porque la recientemente aprobada Constitución amparaba nuestros derechos para propugnar un cambio de las normas, entre otras las que regulaban el funcionamiento del sistema sanitario público en España.  Fruto, entre otros elementos, del compromiso y la lucha de muchos profesionales de la sanidad, la Ley General de 1986 creó el Sistema Nacional de Salud.
Patriotismo constitucional
Años más tarde del 23F aprendí de Jürgen Habermas el concepto de “patriotismo constitucional” que, esencialmente, contrapone la “nación como comunidad étnico-cultural identificada con un destino común” (ethnos) con una “nación de ciudadanos como titular de la soberanía política” (demos) (Velasco JC. Patriotismo cultural y republicanismo. Claves 2002;125:33-40). Frente a un patriotismo basado en la diferencia (cuando no supremacía) étnica, cultural, etc., entre “ellos” y “nosotros” (los “verdaderos” patriotas), el conjunto de derechos y garantías que ampara el concepto de patriotismo constitucional es el elemento fundamental de adhesión de los ciudadanos a un proyecto “constitucionalista”. El nacionalismo se alimenta de la diferencia, mientras que el patriotismo constitucional se nutre de la democracia. Es, por tanto, esperable que en una crisis como la actual, con costes muy desigualmente repartidos, incluida la pérdida de derechos especialmente en los estratos sociales más desfavorecidos, la identificación ciudadana con el patriotismo constitucional se reduzca, dejando espacio al crecimiento de movimientos “nacionalistas” de todo tipo (“America First”, por poner un ejemplo fuera de España).
Sistema Nacional de Salud
El Sistema Nacional de Salud español es, aunque precisa reformas, no sólo uno de los sistemas que mejor funciona en nuestro país, sino probablemente el que mejor. Cuando se compara el desempeño del Sistema Nacional de Salud con el de otros sistemas sanitarios de países occidentales desarrollados, siempre se sitúa entre los mejores. Posición que no ocupamos, por ejemplo, en relación con la educación, el empleo, el funcionamiento de la justicia, la facilidad para constituir una empresa o los niveles de corrupción.

El Sistema Nacional de Salud debería ser un instrumento esencial de cohesión social e interterritorial y un activo valioso para reforzar el patriotismo constitucional. Sin embargo, recibe un limitado interés de la política estatal y los instrumentos de cohesión interterritorial del Sistema Nacional de Salud son notablemente más débiles que el de otros países con sistemas sanitarios descentralizados. (El Informe de un Comité de Expertos que dirigí para el Ministerio de Sanidad sobre Cohesión Sanitaria en Europa duerme inédito desde 2007).

No se trata de forzar el desarrollo de instrumentos de cohesión porque sean útiles para evitar que “el Estado” (término utilizado incorrectamente para referirse a la Administración Central), se convierta únicamente en el recaudador de impuestos, policía interior y relaciones exteriores  (funciones necesarias, pero poco estimulantes para la adhesión ciudadana), sino porque, como demuestran tanto las experiencias de otros países como nuestra realidad, su existencia añadiría valor a la suma de los 17 Servicios de Salud de las Comunidades Autónomas. Tampoco se trataría,  como muchas veces se lee, de un planteamiento jacobino, sino de responder si las diferencias interterritoriales existentes en salud y en calidad asistencial son un problema. Si la respuesta a esta pregunta es afirmativa, las desigualdades interterritoriales deberían ser atendidas de forma cooperativa por las Comunidades Autónomas y la Administración Central.
Instrumentos de cohesión
La evidencia disponible (entre otras fuentes, de los proyectos RECAL desarrollados por algunas sociedades científicas) señala que hay notables diferencias en resultados de salud, calidad asistencial, eficiencia en la utilización de recursos, satisfacción ciudadana con el sistema sanitario público, etc. entre Comunidades Autónomas. Sería una actitud inteligente de los defensores del patriotismo constitucional (incluidos los responsables políticos sanitarios en las Comunidades Autónomas) prestar una mayor atención al Sistema Nacional de Salud y reforzar sus instrumentos de cohesión.

En la recientemente celebrada IV Jornada de Gestión Clínica de FACME, celebrada en la sede del Ministerio de Sanidad, los partidos políticos con implantación nacional se comprometieron, con la colaboración de las sociedades científicas,  en el desarrollo de un observatorio de resultados del Sistema Nacional de Salud, que permitiera identificar diferencias en resultados en salud de los respectivos Servicios de Salud y proponer acciones para su corrección. Sería un paso en la buena dirección para fortalecer en España el Estado de Derecho y favorecer un patriotismo constitucional bien entendido.

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